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Sobre nosotros

La historia de nuestra empresa está unida a la tradición de tomar las 12 uvas de la suerte durante la Nochevieja en la Puerta Del Sol de Madrid. Pero como todas las historias, empezaré por el principio, todo lo atrás que yo sepa o recuerde.

 

A finales del siglo XIX, era costumbre entre la gente con dinero comer uvas de primerísima calidad, que entonces eran muy caras, con champagne, en la noche de fin de año. En aquellos años, la uva fresca en Navidad,  era una fruta de lujo. Pues bien, ya en 1897, la prensa de Madrid, comentaba que los madrileños, un poco como burla hacia los ricos o quién sabe porqué,  empezaron a reunirse bajo el reloj de La Puerta Del Sol de Madrid, para comerse 12 uvas al son de las doce campanadas de la medianoche del 31 de diciembre. Nadie sabe si una por campanada o una por cada mes del año que ya viene o por cada mes del año que se fue. Pero rápidamente cobró un significado de buena suerte el hecho de acabarlas a la vez que acababan las campanadas.

 

En 1909, hay quién dice que se dio una cosecha de uva en todo el país descomunal. Los grandes distribuidores de esta fruta vieron una salida perfecta en aquella incipiente tradición y, hábilmente, decidieron promoverla para acabar con sus excedentes de aquel año. Parece que el asunto se les fue un poco de las manos, extendiendo la costumbre a todo el país e incluso a un montón de países latinoamericanos. Fue entonces cuando se les empezó a conocer como “Las 12 uvas de la suerte”, “Las uvas bienhechoras” o “Las uvas milagrosas”. Años después, hacia la Nochevieja de 1957, con la costumbre ya bien arraigada, Antonio Leco, mi padre, se dio cuenta de que prácticamente nadie se dedicaba de forma específica y adecuada a proveer a la gente que demandaba las uvas de la suerte.

                

Lo normal era que en cada casa se prepararan sus 12 uvas de forma más o menos personal. Sencillamente colocadas sobre un plato o peladas y sin pepitas, en una copa de cóctel o en cualquier envasado especial que se les ocurriera. Era muy común, ya en la época, presentar las 12 uvas, en una bolsa de celofán transparente. Este es un modo tradicional de conservar las uvas en buenas condiciones hasta Navidades.

A mi padre se le ocurrió envasar las uvas en estas bolsas y ofrecerlas ya preparadas para comer, cuidadosamente seleccionadas, cortadas y limpias. Parece que el primer año no fue tan mal el negocio y decidió continuar con él como complemento económico, para los juguetes de Reyes de los niños, ya tenía tres hijos, para las vacaciones…

En 1959 Antonio decidió registrar el nombre comercial de “Uvas de la Suerte” para su pequeño y complementario negocio. Es el mismo año que nazco yo y ya entonces, mi padre había decidido ir acompañando la venta de las uvas, con los artículos necesarios de acuerdo a la tradición para festejar la Nochevieja. Sombreros de cartón, trompetas, espantasuegras, antifaces y, sobre todo, mucho confeti y serpentinas. En 1962, Televisión Española, retransmitió por primera vez desde La Puerta Del Sol, al lado de mi casa, las campanadas de Fin de Año en directo. Ya era una tradición muy arraigada en todo el país.

 

En un principio, todo se prepara y se fabrica en la propia casa de Antonio, a escasos 50 metros de la Puerta Del Sol y de forma absolutamente manual. Toda la familia participaba en la tarea. Se cortaban y se montaban los sombreritos de cartón y las trompetas, se envasaban las bolsas de cotillón y las uvas, en fin todo se hacía de modo artesanal. Según aumentó el  volumen de negocio, no hubo más remedio que pedir la ayuda de amigos y conocidos y empezar a comprar los artículos ya fabricados para poder ahorrar tiempo y dinero en la producción y  poder afrontar los pedidos. 

El espacio se fue quedando pequeño, de manera que adquirió un pequeño local comercial en pleno barrio de Lavapiés, en el número 7 de la calle del Oso.

 

Para cubrir los periodos entre temporadas, mi padre decidió aprovechar la licencia empresarial que le permitía la venta de artículos de papelería y añadió este servicio a los ya prestados en cuanto a artículos de fiestas. La obsesión de Antonio por ofrecer un trato personalizado y el mejor de los servicios a cada cliente, hace que el crecimiento de la empresa sea, en un principio, un tanto lento, pero tremendamente satisfactorio. De esta manera, tus clientes se convierten prácticamente en tus amigos, y la satisfacción con el servicio y trato obtenido, les mantiene fieles. Este sistema se ha convertido en nuestra marca distintiva, a pesar de que los cambios en las técnicas de mercado modernas no ayuden especialmente a mantenerlo. Hoy, todavía mantenemos más del  50% de los clientes de aquellos días.

 

Unos años después, en 1974, yo me incorporo al equipo de trabajo de Uvas de la Suerte, echando una mano a horas sueltas y ayudando en lo que puedo con tan pocos años, pero aprendiéndolo todo sobre el negocio. El volumen de clientes sigue aumentando y nuevamente se impuso una ampliación. Se adquirió un local nuevo, mucho más grande y con más posibilidades en la misma calle, en el número 4. Ya se trabajaba en los artículos de fiestas durante casi todo el año a pesar de la prohibición de los Carnavales, que en Madrid eran especialmente grandes e importantes,  por parte de Franco. El dictador los mantuvo muy mal vistos durante casi 40 años y no empezaron a recobrar su anterior esplendor hasta bien entrados los 80. Mientras tanto, las fiestas y verbenas populares empezaron a requerir más dedicación, más artículos en oferta y, en consecuencia, más trabajo para “Uvas de la Suerte”.

 

A mediados de los 80, ante el volumen de recepción y entrega de mercancías, en las castizas y antiguas calles del barrio de Lavapiés, con sus estrecheces características y sus problemas de acceso, estacionamiento y tráfico, se empezó a dificultar nuestra labor en la zona, a pesar de la adquisición de un local más, mayor que los anteriores y perfecto en las funciones de almacén general, en el número 10 de la misma calle. Mi hija María, nació en 1985, en plena campaña de Navidad y mi mujer, Asun, ya era una más en la plantilla durante las temporadas de más trabajo.

 

En 1996 falleció mi padre, Antonio Leco de Torre que, además del fundador de la empresa, figura con su hermano Ignacio en el “Cossío” como los únicos mellizos toreros de la historia. Fue entonces cuando yo pasé a hacerme cargo totalmente de la empresa. En esas fechas, nos convertimos en sociedad limitada (Uvas de la Suerte S.L.) y empezamos a gestionar el cambio de ubicación e instalaciones porque los problemas de tráfico y carga y descarga en el centro de Madrid se hacían insostenibles. Esta operación se culminó en 1999, con el traslado a nuestra actual dirección en el nuevo y prestigioso polígono industrial P-29 de Collado Villalba (Madrid), donde seguimos hasta hoy con 500 metros cuadrados de instalaciones al servicio de nuestros clientes.

La descomunal mejora experimentada en los últimos años en los servicios de transporte y contacto con los clientes, y la perfecta y cercana comunicación con el centro de Madrid, nos permiten atender a nuestros amigos más cercanos en distancia, como a los del resto de la geografía más alejados, con las mismas prácticas de personalización, eficacia, rapidez y calidad de servicio, establecidas como norma obligatoria por Antonio Leco cuando fundó la empresa, hace ya más de 60 años.

 

 

Jose Leco

 

 

 

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